c. 1983
La vida dudada
la vida es tan corta
que un solo minuto
podría ocultarla.
Gimen de infinito
las catedrales
suben sus sombras
todo lo tapan
todas las vidas
también la espalda
del ángel sabio
también la nuca
del escarabajo alto.
Todo lo enlutan
las vidas dudadas.
Y la boca
de la catedral tatuada
grita de vidrio
y ensombrece el invierno.
Bendita condena
si nos alarga
porque el hombre enfermo
ama la roca
que lo endurece
ama el silencio
que lo supera
también los dientes
y su ternura.
Campanas llaman
al campanario
y muy lejos
remolino de carne
todo precio es poco
para lo que no acorta la vida.
Alas débiles la vida
se tambalea y nubla
la vida dudada
un solo minuto.
La vida
tiembla en el campo de la esfinge
una llama de alegría
contra un incendio vivo.
La vida parte
hacia cielos enterrados
cuidado con la vida
con la mujer que planta
cipreses
y tormentas huérfanas.
La vida hiere
la vida lanza
piedras de pájaro sin nido
contra las catedrales altas
y saltan los cristales
se convierten en ceniza
que nos abriga.
Para vivir lanzamos
estas piedras peligrosas
y sencillas
para vivir curamos
los tatuajes y los campos.
Vivir
bendito castigo
si nos lleva
hacia el amor
en almohadas
de roca y sangre.
Nada remedia
la ingratitud del olmo
la vida hiere
nada riega
los abedules secos.
Corazones sin traje
para vivir
y el desierto resuena
con nuestras pisadas.
Mil pies tiene el camino
y nosotros quietos
se yergue el camino
y nosotros quietos
para no morir.
La vida dudada
la misma vida otra vez.