Si anoche no estuve, Flora,
a adorar tu talle hermoso,
es porque soy virtuoso
y me da sueño a deshora.
¡Pecadora!
Ya le contaré a tu madre
que, porque amo mi quietud
y salud,
dijiste hoy a mi compadre:
«¡Qué egoísta es la virtud!»
¿Cómo he de ir con fe no escasa
a ver tus ojos serenos,
si hay cien pasos por lo menos
desde mi casa a tu casa?
Y, ¿qué pasa
al hallarnos frente a frente?…
¿Qué?…tú mientes sin guarismo;
yo lo mismo.
El no ir, por consiguiente,
¿es virtud o egoísmo?
Verbi gratia, el otro día,
al verte de mi amor harta,
puse un bostezo de a cuarta
entre un «paloma» y un «mía» .
Es falsía
la de bostezar amando;
mas si hoy, con más pulcritud
y quietud,
no he ido a amar bostezando,
¿fue egoísmo o fue virtud?
Desde hoy no vuelvo a tu edén
a tomar, Flora, el sereno:
si es por egoísmo, bueno;
y si es por virtud también.
Sí, mi bien:
esto haré por mi salud,
aunque diga tu cinismo
que es lo mismo
la gloria de la virtud
que el triunfo del egoísmo.