Lamida por un filo
en tus ojos no turbados,
la luz se escalda
sobre la piedra húmeda.
En sus mínimas cavernas
se detiene
entre musgos e insectos
tu pupila solar.
Rupturas en la piedra,
grietas,
algo que mira
desde el fondo.
Tu mirada refracta
el deslave abisal,
y eras de pensamiento se derrumban.