Os acordáis. Los años aurorales
como el tiempo tranquilos, pura infancia
vagamente asistida por el mundo.
La noche aún materna protegía.
Veníamos del sueño, y un calor,
un sabor como a noche originaria
se demoraba sobre nuestros labios,
humedeciendo, suavizando el día.
Pero algo a veces nos solicitaba.
El cuerpo, y el regreso del verano,
la tarde misma, demasiado vasta.
¿En qué mañana, os acordais, quisimos
asomarnos al pozo peligroso
en el extremo del jardín? Duraba
el agua quieta, igual que una mirada
en cuyo fondo vimos nuestra imagen.
Y un súbito silencio recayó
sobre el mundo, azorándonos.