He fumado en las pausas de la vida
las lentas hojas de tabaco oscuro,
he cuidado mis plantas, y en la tarde
he aguardado escribiendo
aquello que se fue o lo que deseo
que en adelante llegue para así
poder perderlo todavía.
He aguardado fumando, y el tabaco
ha sido un dulce aroma, mi esperanza
de tabacos más dulces, de otras hojas
en las plantas que cuido y que deparan
una flor a mis ojos que todavía esperan.
Y cuando ya mis ojos no consigan
encontrar el camino alegre de la espera,
y cansados demanden una última pausa
para fumar en calma y recordar,
yo quisiera que entonces
mi vida hubiera dado una cosecha
apretada y hermosa,
lo mismo que la planta del tabaco,
que tal vez ya no sepa
conservar para mí el sabor que ahora tiene,
consolarme esos días.
Que mi vida suplante a ese tabaco
para poder prensarla, estando seca,
sentirla entre los dedos, llevármela a la boca.
Que el fuego la convierta en humo dulce,
en un último aroma.