Lázaro de André Cruchaga

Venía ya con el ataúd

de la muerte

con el ojo que presiente

el hollín de los fantasmas

dejó caer su boca seca

su diálogo con el soplo del silencio

descendió por los huesos el umbral del fuego

la lámpara febril del viaje

y olvidado de la sed

la agonía de uñas largas

fue creciendo hasta caer en el vacío

había otras almas con sus bocas mudas

había noches quitando tejas de las veredas

había cánticos rodando como sacos de harina

había gritos tiritando en el suelo

había una luz palpitando

a los oídos de alguien que dijo

levántate y vete

sal

sal de aquí antes que el hambre

o alguien te ponga un cuchillo en el cuello

y el hombre caminó

para vivir otros calvarios