En el apeadero más lejano,
mientras el tren persiste en el silbido
que ya no advertirás
a pesar de que espera tu regreso,
te saludan pañuelos de muchachas
y abrazan los carriles de la noche
distantes, paralelos.
Parece inútil
la espera de los cuerpos
y la lectura que, sin ellos, fija
la mirada de ayer, des asistida
de la imaginación, los años y la suerte.
Sorda al contacto de cualquier aviso,
febril y sin recursos, vaya noche
de engaños para el cuerpo. Fue el momento
real que no existió. y fue el derroche
de tu pasión la clave del invento.
Muchachas. Y hojas
caídas en un patio, las glicinas
dormidas. Viento y luz.
Y la impresión del humo que disuelve
figuras y vagones, como el trago
que en otro sorbo acabe con su cruz.
tus versos fueron citas a la espera
de otra aventura que acabara bien,
de otro final
y otra patria imposible, a tu manera.