1. Lo que dices de mí…
Lo que dices de mí:
un extraño camino que nunca he recorrido,
un camino que enlosan tus palabras
y que si miras bien se corresponde
con una de las líneas de tu mano.
Lo que dices de mí
eres tú misma,
eres tú de repente bifurcada,
una parte de ti que se queda a tu lado,
otra parte de ti que se viene conmigo.
Lo que dices de mí va borrando mis huellas
Lo que dices de mí me prepara emboscadas.
Lo que dices de mí
es saliva y es tierra que amasas para darme
figura de caballo, figura de montículo,
figura de lunar, figura de tu espalda,
figura de cualquiera de mis dedos
cerrando uno por uno todos tus orificios
(más saliva y más tierra que coges para darme
figura de cabaña, figura de murciélago.
Lo que dices de mí
es mentira que acierta a decir la verdad.
Lo que dices de mí
se acuesta junto a mí donde estaré,
se acuesta junto a un hueco que llama por mi nombre
y al que besa y aplasta hasta que nazco.
Lo que dices de mí
es telaraña, es red, pero tú no las tensas,
pero nadie las tensa pues nadie está al acecho,
es red, es telaraña frenando una caída
que no se ha producido.
Lo que dices de mí me desconoce
del modo más perfecto imaginable,
me desconoce más que el desconocimiento
que me tienen las vetas de una mina,
que me tienen los kraken,
que me tienen las aguas cenagosas,
que me tienen los cientos de tejados
que guarda el huracán en su gruta secreta.
Lo que dices de mí se va probando mundos.
Lo que dices de mí me multiplica.
Lo que dices de mí estira mis pulmones,
catapulta mis ojos,
despierta a los caimanes de mi sangre.
Lo que dices de mí me acelera y me vuelve
más lento.
Lo que dices de mí no lo dices de mí,
no lo dices siquiera, no soy yo,
es raíces de un árbol cuya fruta
se deshace en tu boca y la refresca,
es un malentendido que tu voz
provoca en nuestro sexo
(el fosfeno y la noche es lo que dices
cuando dices de mí no importa lo que digas.)
Lo que dices de mí no son tus opiniones,
es el dulce apagón de la conciencia,
es la locuacidad de lo que existe,
es un puente colgante entre nosotros,
son ardillas que roen las cuerdas de ese puente,
son cáscaras de nueces, un arca abandonada,
maderos embreados que alimentan el fuego
de un náufrago asustado.
Lo que dices de mí
es estaca que busca
con avidez al ávido corazón de ese muerto
que ronda mis castillos y se duerme en sus sótanos,
ese muerto no muerto que llamamos amor.
Lo que dices de mí no necesita
de mí para encontrarme.
Lo que dices de mí no se viene conmigo
a menos que yo firme una página en blanco.
Lo que dices de mí lo dices simplemente
con estar en el mundo, lo dice tu deseo,
esa energía pura que hace pasar las nubes.
Lo que dices de mí
obliga al horizonte
a tenderse a tus pies y lamerte sumiso.
Lo que dices de mí se escribe en las paredes
con tizones calientes de tus muslos.
Lo que dices de mí
es la jaula y el mapa
en el acto preciso de aprender
a vendarse los ojos y saltar al vacío.
Lo que dices de mí me pone en marcha,
un loco mecanismo
de huesos astillados como sables
que va retando a duelo a todos los que dicen
que nunca has dicho nada de mí, que estás callada,
que un mutismo feroz te ha comido la lengua.
Lo que dices de mí
es manada de lobos
hambrientos y atrapados en páramos nevados,
lobos que se devoran entre aullidos
mientras hila la luna bufandas para el No.
Lo que dices de mí me traduce a un idioma
que aún no conocemos.
Lo que dices de mí me resucita.
Lo que dices de mí:
una orquesta sonámbula
de músicos que tocan concentrados
y miran sin rencor sus partituras
mientras todo el pasaje
ya abarrota los botes salvavidas.
Lo que dices de mí me deja solo.
2. Tus palabras…
Tus palabras: me envuelven en una
placenta y me colocan delicadamente
en tu interior para gestarme.
Me trasladan, las traslado, vamos
abriendo surcos desde dentro hacia
afuera.
Una flecha que viaja por el interior de
una diana: para ella acertar consiste en
encontrar la salida (y sólo tiene una
oportunidad, un tiro): para ella la diana
es un laberinto. Así que finge dormirse
hasta que la salida, que coincide con el
centro, pasa distraída por su lado.
Entonces sí: se alza, se tensa y le dispara
por la espalda.
Todo recién nacido lleva tatuado un
laberinto y una diana que la vida se
encargará de ir haciendo visibles trazo a
trazo.
Vivir es reparar los efectos de esa
emboscada original que supuso la
muerte del centro, es hacerle el boca a
boca al centro hasta que vuelva a
respirar. Pero el centro no es Dios (el
centro no es el Centro) sino tú, yo,
cualquiera de nosotros.
Cuando te tanteo en la oscuridad mis
manos ecorren las paredes del
laberinto. Y el modo en el que tus
gemidos rebotan, se amplifican o se
duermen por sus corredores me enseña
las dimensiones y el dibujo del
laberinto.
Cuando me lames en la oscuridad una
diana se pone a rodar cadera abajo, un
blanco en movimiento al que sólo
puede acertar una flecha perfectamente
inmóvil.
Tus palabras son un líquido cálido: al
bucearlas me duermo.
Al hablar desenrollas los caminos del
mundo para que yo los explore.
Cuando callas los vuelves a enrollar,
pero queda una tenue huella de cada
uno de ellos gracias a lacual siempre
puedo reconstruir algunos.
Me has enseñado a serpeligroso para
mí mismo y a ser inofensivo para los
demás.
Después de muchos abrazos no somos
una pareja sino un atlas. Si alguien
quiere saber dónde se encuentra o hacia
dónde queda el lugar al que planea
viajar, sólo tiene que abrirnos y poner
un dedo sobre el punto de destino.
Si no fuera por lo que dices de mí, y
porque me llevas en tu interior como
una madre al feto, mi laberinto estaría
en ruinas: cascotes en vez de muros,
montones de piedras en vez de
elegantes revueltas, ratas comedoras de
ojos en vez de minotauros, polvo en
suspensión en vez de corrientes de aire
fresco filtrándose por las grietas.
El cordón umbilical: el hilo de la
madeja.
Dejarse nacer en otro es un acto de fe,
una locura. Y también: un pacto con el
silencio que fuimos para que no
irrumpa en el silencio que seremos.
Sólo soy una sombra proyectada en la
pared: existo porque tú eres cuerpo y
bombilla. Existo porque nada se
interpone entre nosotros.
Tus fluidos me escriben, me dibujan el
modo de salir. Dibujo que he de beber
para que tenga sentido.
3. Algo dice de mí…
Algo dice de mí
la labor del orfebre,
el arcoiris doble, los anzuelos,
las diecisiete formas que tiene el esquimal de nombrar
a la nieve y el tibetano a la conciencia,
los pechos comparados con cúpulas o cántaros,
la barra de los bares, las películas,
los cables de la luz parcelando el paisaje,
las etimologías inventadas,
la tala de las selvas, las bombas nucleares,
la estupidez, el odio, la mentira,
el mal gusto, el dolor, las equivocaciones,
las hambrunas, las guerras,
el asombro, el camino, la retama,
la piedad, la emoción, la fiebre de un bebé,
el aguardiente, el sol, la desmemoria,
los delfines, el saxo.
(Algo dice de mí cada ser, cada cosa
que ocurre, todo dice
un aspecto de mí
y lo señala,
y quiere despertarlo y que yo aprenda
a llegar hasta el nido donde incuba sus ojos,
y me invita a probarme
esos ojos,
a mirar de otro modo lo que soy.)
Algo dice de mí
el ruido, el brutal ruido
que hace casi imposible escuchar lo que dicen
de mí las cataratas o el silencio.
4. Lo que dices de mí…
Lo que dices de mí
me posee a horcajadas detrás de unos arbustos.
Lo que dices de mí
me aprieta la cintura en medio del océano.
Lo que dices de mí
me araña de los muslos a la nuca
mientras un elefante nos transporta en la selva.
Lo que dices de mí
me tira de los pelos en un piso catorce.
Lo que dices de mí
me saliva la oreja en un vagón.
Lo que dices de mí
me embadurna de aceites aromáticos
dentro de un telescopio enfocado a Saturno.
Lo que dices de mí
mordisquea mi sexo en la estela de un barco.
Lo que dices de mí
jadea en una mesa de un albergue.
Lo que dices de mí
se bebe mi sudor en la calle más céntrica
(en el escaparate de una agencia de viajes).
Lo que dices de mí
tapona con su lengua mi ombligo en una tundra.
Lo que dices de mí
se toca los pezones más allá del espejo.
Lo que dices de mí
dilata su vagina en el arcén
de una autopista en obras.
Lo que dices de mí
grita en un diccionario abierto por la «p».
Lo que dices de mí
se arquea hasta romperse en una alcantarilla.
Lo que dices de mí
me eriza en una lámpara.
Lo que dices de mí
me da masajes rápidos y suaves
en la fuente de un río.
Lo que dices de mí
te besa las axilas en el filo de un hacha.
Lo que dices de mí
acaricia tu pubis en una enredadera.
Lo que dices de mí
desoculta tu clítoris en un alto trapecio.
Lo que dices de mí
me gira y me retuerce en un vaso de vino.
Lo que dices de mí
me amorata en un puerto
asolado después de un maremoto.
Lo que dices de mí
olfatea mi semen dentro de un espejismo.
Lo que dices de mí
se pellizca la piel en un frutero.
Lo que dices de mí
pone un índice mío detrás y otro delante
en un viejo astrolabio.
Lo que dices de mí
pierde el conocimiento en un poema.
5. Todo lo que decimos…
Todo lo que decimos
inaugura distancias,/
estructura de modo distinto lo
que somos/ y nuestra relación
con lo que existe,/ cambia de
decorado y cambia de guión,/
modifica el sentido de las
leyes/ y nos hace asumir
actitudes y fines/ que antes ni
siquiera imaginábamos.
Por eso las palabras nos
escriben,/ es decir, nos
tornean, nos labran, nos
dibujan./ Para ser más
exactos: las palabras,/ lejos de
ser pasivos instrumentos/ en
nuestras manos, son gigantas
poderosas/ desde aquí puedo
ver el grosor de sus
músculos,/ sus ojos
inyectados, la determinación/
que demuestran sus gestos)
que nos usan/ como materia
prima para hacerse sus casas.
Las palabras nos hablan, las
palabras/ nos habitan. Por eso
decir lo que nos dice/ (o
hablar lo que nos habla, callar
lo que nos calla,/ escribir lo
que escribe nuestra vida)/ es
mucho más que un acto/ de
aceptación de la existencia;
es/ poner una semilla en la
palabra/ para que diga lo que
somos; es/ seducir la palabra y
penetrarla/ para que nos
alumbre y nos lleve a su casa:/
y nos lleve a una casa que es la
nuestra.
Frente a todos aquellos/ que
están donde no están y no
están donde están,/ frente a
todos aquellos que al vivir/en
una casa ajena en realidad/
habitan una cárcel,/ la poesía
y el amor nos hacen/ libres
para elegir una casa y un
mundo/ y nos dejan abiertos
para ser elegidos/ por la casa y
el mundo que elegimos.
Y cuando afirmo «todo lo que
decimos» quiero/ decir la que
decimos con sentido:/ aquello
que se dice por medio de
nosotros/ (la poesía y el amor,
la luz/ y los bosques y el mar,
la nada y el olvido…),/ aquello
que bautiza las medidas del
mundo/ (rediseña la planta de
la casa),/ aquello que le da al
mundo otra apariencia/ sin
por ello impedir que siga
intacto/, aquello, en fin, que
afirma la que es/ en vez de
destrozarlo, de ignorarlo,/ de
pasar a su lado con los ojos
borrándose.
6. Lo que dices de mí me obliga a contestarte…
Lo que dices de mí me obliga a contestarte,
lo que digo de ti te obliga a contestarme:
de tanto tú venir hasta mi casa,
de tanto yo acudir hasta la tuya
se va abriendo un camino.
* * *
Se va abriendo un camino
que recoge tus huellas y las mías
y las cura y las mima y les da de comer
y cuando ya están fuertes y seguras de sí
las lleva a la espesura
Se va abriendo un camino que nos anda
y dice lo que dices y dice lo que digo.
* * *
Y cada vez son más: un millón de caminos
(un millón de palabras, un millón de silencios),
el mapa de una historia que al vivirla nos vive.
* * *
Un mapa que exploramos para que nos explore:
dos territorios anchos como el cielo y la tierra
que se buscan, se abrazan, se respiran,
se logran vehementes, se confunden,
se duermen enlazados.
* * *
Un mapa que estudiamos para que nos estudie
(piratas codiciosos interpretando signos)
porque ambos escondemos un tesoro
que el otro ansía tanto descubrir.
* * *
Lo que dices de mí
es un collar de huellas,
y un vestido de huellas, y un cinturón de huellas,
y pendientes de huellas, y sandalias de huellas.
* * *
Lo que dices de mí
es un reloj de huellas
que al consultarlo anuncia
la hora en punto de la eternidad.
* * *
Lo que dices de mí me lleva a la espesura
y me abandona; luego
me canta una canción para orientarme
y canta otra canción para ahuyentar las fieras.
Yo me embarco en su voz hasta que fluye
bajo mis pies un río que me deja a su lado.
* * *
Cuando una huella vuelve como río al camino
que la había llevado a la espesura
ya no es ella la alumna que temblaba.
Ahora ya es más sabia que el camino
y le ayuda a aprender esta lección:
cómo ir por el mundo
sin pagar el peaje de unas huellas.
* * *
Lo que dices de mí
son monedas de huellas que debo devolverte
como mar, como río, como lluvia,
como dardo de agua estallando en tu boca,
como dardo de lágrimas acertando en tu boca,
como dardo de nieve acallando tu boca.
* * *
De tu casa a la mía hay un camino:
si lo miras atento es el de siempre,
si lo miras atento y además
permites que el camino te observe atentamente
cada día es distinto.
* * *
Quien le venda los ojos al camino
que va desde su casa a otra casa cualquiera
queda a merced del zombi,
a merced de las zanjas de la muerte
(Que convierten entonces el camino
en trincheras, en tumbas, en túneles, en trampas).
* * *
Lo que dices de mí
le abre los ojos al camino
que va desde tu casa hasta mi casa.
* * *
Lo que dices de mí me lleva a donde estás
(una parte de mí que se queda conmigo,
otra parte de mí que se marcha a tu lado)
y me aloja en su casa y me llena de huellas
que un río fugitivo borrará turbulento.
* * *
Lo que dices de mí
pone un mapa en mis manos,
me empuja con dulzura
y me pone en camino en un camino.
7. Lo que veo pasar me ve pasar…
Lo que veo pasar me ve pasar
y por eso estoy vivo.
Lo que veo
detenido me ve quedarme quieto
y por eso no muero.
En mis ojos,
los ojos de los árboles y el río
se miran para ser y darme el ser.
No espejos sino luz.
No parentesco
o relación sino lo mismo.
No
el tiempo desplegándose despacio
para extender su red
sino la araña
devorando a la araña para hacerse
tan grande como el tiempo y devorarle.
Lo que veo pasar me deja ciego
y por eso estoy vivo.
Lo que veo
detenido me aparta de mis ojos
y por eso no muero.
!Sigo aquí!