Vivo mirando tus fotografías,
las del último agosto, cuando estabas
en una proa ajena y no pensabas
más que en tu soledad de ramas frías.
Presiento en tu figura otro paisaje,
otros amores rojos y paganos,
y siento que te rozan otras manos
como un puñal de fiebre, y un coraje
de celo y desazón me ahoga y vuelven
a morderme por dentro las entrañas.
Engáñame y no digas que me engañas,
di que me amas igual que se revuelven
las playas en sus olas. ¡Miénteme!
Di que no hay otro él. ¡Engáñame!