Los deseos de Pilar de Aníbal Núñez

1

Mira de los tres ríos
ese nudo que forman confundiendo
aguas y nombres y depón la pértiga
de la barca en las jambas de la puerta arruinada.
Habrá nacido -dime- amarga hiedra
o trepadora correhuela
por los muros. Quién fuera
capaz de sostener al hacha y -ya ofreciendo
este sudor urbano a las aguas sagradas
o al viento que hace hablar a los álamos blancos-
tallar la viga firme, el puntal rezumante
para iniciar la obra.

Dime dónde
hubiéramos hallado barro bueno
para hacer los adobes. Necesito
la imagen del corral, una fotografia
de las viñas perdidas, una leyenda -aun breve-
sobre el poblado antiguo.
No haya nunca
tareas sin horizonte, ni entre los dos, palabras
de desaliento. Álzanse-
no sólo trigos- muros en la isla
de la casa invisible que tu solo deseo
levantó.
Una bandada
de palomas lo dijo.
lo escribió con reflejos irisados
sobre el cristal del dulce regadío.

2

Di si a tu corazón abarrotado
responden los vilanos tras el deseo y el soplo.
Mira si están ahí de cualquier forma
dispuestos por los prados en número cualquiera,
inertes ante agosto los que quedan, distinta
su configuración a las constelaciones
todas, aun disponibles
los infinitos puntos de vista. Necesito
que arranques uno o que lo caces
al vuelo y, si no sabes
un conjuro, es igual: sóplalo y pide
lo imposible. Sabré por lo que digas
cuando levantes el teléfono
si se ha cumplido tu demanda, aunque
me imagino que no ha de ser rotunda,
tímida como sigues, medio escondida aún
detrás del chopo aquél
de cuando tú querías ser bailarina. Pide
-¿será lo que hayas hecho?- ser bailarina; tiempo
tienes.
Yo sé que aunque te pesen
tanto veneno y golpe sobre tu cuerpo -tantas
veces compuesto y astillado-
hemos de verlo grácil, volador,
danzar sobre las penas sobre el estrado, puestas
a tus pies como pétalos.
Caza, caza un vilano,
agarra al vuelo un diente de león.