Arcángel derribado, el más hermoso
de todos tú, el más bello, el que quisiste
ser como Dios, ser Dios, mi arcángel triste,
sueño mío rebelde y ambicioso.
Dios eres en tu cielo tenebroso,
señor de la tiniebla en que te hundiste
y de este corazón en que encendiste
un fuego oscuramente luminoso.
Demonio, señor mío, haz que en mi entraña
cante siempre su música el deseo
y el insaciable amor de la hermosura,
te dije un día a ti, ebrio de saña
mortal. Y, luego a Dios también: No creo.
Pero velaba Dios desde la altura.