Mis manos en tu espalda
desconocen la artritis
y las sombras de la deformación.
Mis manos, en tus muslos,
no piensan en un río
ni en la inconsciencia de la navegación.
Mis manos, en tus manos,
no extrañan cuello alguno
ni se avergüenzan
de un antojo de trampa,
de una esperanza de mutilación.