Amanezco
con el trajinar de las ratas
entre la hierba
y el hedor del perro muerto
que alguien abandonara anoche.
Escucho que pasan los albañiles.
Es aquí a donde vuelven
para descansar al cuerpo
de sus necesidades.
Hoy hará calor.
Quizá al final de la jornada
pueda entregarme a ese raro balbuceo de mentiras y glorias.
Como todos, he sentido el compromiso de ser feliz.
Pero pensar que un muladar puede ser un hombre
son tonterías.
Mi orgullo
es apenas esta brecha angosta
que me atraviesa.