Ni el mar ni los ríos desfiguran sus aguas
eternos e inmensos en su empeño
nunca en acecho nunca persiguiendo
están allí en su límpida fluidez
más interminables que caracoles nocturnos
yo me adhiero a ellos conmovido
pero también porque pertenezco a su grito:
a esa voz de estrépitos y desplomante
de hoguera líquida
de olas
de retumbos
yo me adhiero a la locura de la libertad
con su lenguaje de furtivos sueños
con sus piernas chapoteando en todos los sitios
hasta ser definitiva comida para todos.