No busques nada nuevo, ¡oh mi canción!;
nada hay oculto bajo el rascacielo,
nada en la maquina que sube al cielo,
nada ha cambiado desde Salomón.
Es muy antiguo el hombre y su pasión,
guarda en el nuevo día el viejo anhelo,
bajo la nueva noche igual desvelo
y el mismo palpitar del corazón.
No te engañen los nuevos continentes,
con sus plantas, sus bestias y sus gentes,
ni sus canciones con su nuevo acento.
Todo lo que dice algo ya está dicho:
sólo nos queda el aire y su capricho
de vagos sones que se lleva el viento.