El tiempo está en los otros.
Al acecho.
(Y el tiempo no es un tigre de papel)
Hasta que salta de un rostro conocido
Y como quien revela una fotografía
lo vamos descubriendo (sin espejo).
El tiempo está en nosotros.
Que nadie pierda tiempo cerrándole las puertas
Que nadie crea alejarlo porque no se le nombre
(ni metiéndote bajo de la cama
ni perdiendo la fe).
Queda otra instancia aún.
Cuando descubres que ralea el ejército
de los conocidos.
Y alguien dice:
“Ha muerto Helena”
-y eres tú que has muerto-
“Ayer murió Ramón”
-y con él mueres-.
El mundo (tu mundo) se despuebla
y el compañero de la infancia
te contempla con lástima y con miedo
porque él también lo ha descubierto todo:
la muerte está en nosotros.