No la amante, el amor. La singladura
de la noche que arrastra fuego frío
por las venas del sueño, poderío
de la encendida palidez oscura.
El amor, no la amante. El goce mío,
la imagen que desbasto. La onda pura
que invade entre las ruinas mi locura
de tallar en diamante lo sombrío.
No la amante, el amor que le dio la vida.
Lo que mi mano roza y estos ojos
desojan, lo que nace de la herida
soledad en la noche de mi sueño;
¡encarnación que vive entre despojos,
de la que soy – oh dulce sangre – dueño!