El hombre hacia el Ocaso es una hoguera
que el viento -el tiempo en crines extendidas-
arrastra a galopar lejos, sin bridas,
como un caballo oscuro, a la carrera.
Como una oculta nave timonera
repta sus aguas. No sabe qué heridas
le duelen más, qué muertes ni qué vidas,
sólo como una piedra de cantera.
Lleva un trozo de amor deshilachado
en los bolsillos, sueña el ciego anhelo
de encomendar a un hijo esta aventura.
A veces es un perro apaleado
que arrastra su dolor, pegado al suelo,
oliendo ya su propia sepultura.