Abusé de tí, malamada.
Te maltraté como al peor de los esclavos.
Te obligué a desnudarte ante los otros,
a descender conmigo hasta los bajos fondos.
Eras objeto de saciedad y de goce:
Acudías como una perra obediente a mi llamado.
Cuántos pasaron por encima de ti
como caballos pisoteando la hierba.
Cuántos bebieron de tu simiente
la savia de la sabiduría.
Corté todas las rosas del jardín.
No floreció ni una sola semilla.
He de morir contigo.
Y de nosotras
no quedará ni una huella.