Paco Monejí de Pablo Antonio Cuadra

AHORA, desde la selva oscura, mi infancia es alta
como la montaña donde los héroes indiferentes
–’vestidos de aire’–
apartan las nubes con desdeñosos gestos de la mano.
Asciendo a la cumbre casi fatigado y reconozco
que era mucho más alto el mundo.
Los que transitan
el cosmos no llegarán donde nosotros
colocamos nuestros ojos: ninguna nave
a tres mil pájaros por hora
se acercará siquiera al país secreto
donde un niño lisiado
extraía al silencio
las cosas del misterio.
¡Paco Monejí
a menudo
un niño perdido
es hallado en el poema! Tus palomas
de barro
susurraban el secreto
del Katún antiguo. Y las risas
de los invisibles cuando bajaban
de las cándidas galaxias
en una piedrecita blanca…
Luego
te ladeaste hacia el astro
y salió entre llantos escasos
tu ataúd de cosmonauta.
Reposa
diocesillo!
¡Aún te miro
–en papel de la China, lejanísimo
como Buda y así de sutil–
elevando tu cometa!
Ah!
Mi paraíso
–mecido por el viento–
pende aún de tu mano
dulce patria
en un hilo!