AHORA, desde la selva oscura, mi infancia es alta
como la montaña donde los héroes indiferentes
’vestidos de aire’–
apartan las nubes con desdeñosos gestos de la mano.
Asciendo a la cumbre casi fatigado y reconozco
que era mucho más alto el mundo.
Los que transitan
el cosmos no llegarán donde nosotros
colocamos nuestros ojos: ninguna nave
a tres mil pájaros por hora
se acercará siquiera al país secreto
donde un niño lisiado
extraía al silencio
las cosas del misterio.
¡Paco Monejí
a menudo
un niño perdido
es hallado en el poema! Tus palomas
de barro
susurraban el secreto
del Katún antiguo. Y las risas
de los invisibles cuando bajaban
de las cándidas galaxias
en una piedrecita blanca
Luego
te ladeaste hacia el astro
y salió entre llantos escasos
tu ataúd de cosmonauta.
Reposa
diocesillo!
¡Aún te miro
en papel de la China, lejanísimo
como Buda y así de sutil–
elevando tu cometa!
Ah!
Mi paraíso
mecido por el viento–
pende aún de tu mano
dulce patria
en un hilo!