Levántame la vida,
deja lamer tu piel
navegar tu marca
en estos cuantos días
que todavía me restan.
Permíteme, también,
que como tú
yo piense
que la muerte no existe
y el tiempo no camina.
Mi ocaso se apenumbra
y casi veo
agolparse las sombras
que deberán
borrarme para siempre.
Déjame estar en ti, contigo,
para que me defiendas
de las leyes de la gravedad,
de la grave edad,
que sin descanso tratan
de restituirme al seno de la tierra.