Mejor vecino cerca
que hermano lejos,
para cuando, de improviso,
en tardías horas pedirle el pan
de agasajar a tus amigos,
y te responda
como quien se libra de un importuno
y no cae en descortesía, desvergüenza,
y aunque tuvieras
que golpearle con tesón, no dejarte
despedir, asustar desde palabras duras,
hasta que por tus manos abiertas,
rejas alzadas ante los ojos,
se filtre esa luz de la dádiva,
tus pasos atravesando cerrojos,
reverberación de tus voces
haciendo que tiemblen los cuartos.
De no ser así, ¿lo llamarías
vecino, o siquiera medio vecino,
creerías en tu oportunidad,
si no escrita, insinuada por el Evangelista,
de que al contar lo recibido, panes y no piedras,
haya de haber un número mayor
que el que rogaste en préstamo?