Pasajero de Antonio Álvarez Bürger

Subes al impertérrito ferrocarril de la vida
y en cada estación te bajas
para dialogar con el hastío
y en cada túnel de la noche sueñas de prisa
porque
aún en la oscuridad
flotan pensamientos.
Al principio,
cuando querías devorarte el mundo
en un instante
no cerrabas los ojos en los túneles.
No lo hacías, por ese afán que abrigabas
de ser pasajero de todos los ferrocarriles
del universo.
Y descendías para conversar
con el guardavías de tu destino.
Mas, luego corrías presuroso hasta el andén.
Es que odiabas quedarte solo en la distancia,
mientras el tren de la vida iba en busca
de nuevas estaciones.
Ahora ya no desciendes de ese carro
de los recuerdos idos
porque no ignoras que tu lentitud en este instante
es abismante.
¿O será acaso que el ferrocarril corre más raudo?
Quizás.
Y por eso odias ahora ser pasajero
de cualquier tren
y temes a los túneles de cada noche
y sientes miedo de quedarte dormido
antes que emerja la máquina
desde tus tinieblas,
porque ahí sí escucharás
sólo el ruido isócrono e intolerable de los fierros.
En ese momento bajarás angustiado
en la estación de un pueblo desconocido
y verás desde el andén
con impotencia senil
alejarse para siempre
aquel ferrocarril repleto
de otros pasajeros presurosos.