Sin más temores ni remordimiento
elevo esta plegaria al Desalmado.
Él, solo, que solo es alma, me ha dado
la hermosa ironía del sufrimiento
de querer despertar y no despierto
a olvidar lo que el destino ha olvidado.
Si el fruto que me ha sido arrebatado
es castigo: no hay arrepentimiento.
A Ti, Padre, te regreso el perdón
que no me hace falta, porque confío
en tener tu mano cuando el abismo
sea el último reclamo a mi rendición.
No hay en esta oración un desafío:
si lo sé, lo sabes, somos el mismo.