Arrojáronlos, sí, pero en sus ojos
quedó impreso el hermoso panorama
del Paraíso, y la siniestra llama
de aquella espada, fulminando enojos.
Por eso al contemplarse todo amante
en las pupilas de su dueño amado,
ve en el fondo el Paraíso reflejado,
y chispas de la espada fulgurante.