Como espadas de luz, portando al cinto
imperiales abejas de azul pelo,
desciende a la destreza de mi vuelo,
pelea el sol contra mi avión jacinto.
Ruedas de nácar de diurnal instinto,
plumas de luna, hélices del hielo,
cortan las cuerdas y la crin del cielo
del día muerto en un misal corinto.
Ay, marino celeste, derrotado
por sus bélicas flores, no te vayas
sin brillar con tu sable de grosella.
Que aunque estén las medusas de tu lado,
¡tú, soldado, perdieras las batallas,
y tú, aviador, quebraras las estrellas!