El océano hablando,
en espumas, gotas,
disímiles instante a instante,
pero una sola agua,
y las lenguas
de pájaros, flores,
el halcón
al relatar sus paseos acompañado
de los cuervos,
el ruiseñor, alabanza
infinita de la rosa,
la paloma que pregunta
por el camino hacia el amado,
y la cigüeña, su piadosa
disposición: «Tuyo es el reino,
tuyas las loas a Dios»,
y el vocear
de hojas, pétalos,
la violeta
en hondos azules, el narciso
de ojos lánguidos, tulipanes,
el enrulado jacinto.
Sí, lo múltiple,
en nombre
del que no tiene nombre,
múltiple y uno,
el que en eterna
soledad era oculto tesoro,
y procuró que lo conocieran
y creó el mundo.
Sí, nacidos de él
océanos, pájaros, flores,
y para que con lo que dicen
tejamos la tela que nos viste,
bebamos el producto
que destila lo que dicen.