Largamente, hasta tu pie
se azula el mar ya desierto,
y la luna es de oro muerto
en la tarde rosa té.
Al soslayo de la luna
recio el gigante trabaja,
susurrándote en voz baja
los ensueños de la luna.
Y en la lenta palpitación,
más grave ya con la sombra,
viene a tenderte la alfombra
su melena de león.