Que tu mirada vaya
dejando de separar
impresiones sensibles, afectivas,
de las meras formas,
y resbale, no coherente,
a despojar de relieve lo que encuentre,
indicaría cómo pierdes
el dominio sobre ella,
paralizado también
tu cuerpo en lo que hasta ahora fue:
manifestación y participación,
y en suspenso
la rutina del hablar y el pensar,
la exigencia de que hablar
y no pensar no se puede,
ni pensar callando.
Y más aun haría patente
un empezar a abandonarte
a lo suelto y espontáneo
como viento, como corriente,
viento y corriente,
no ya situaciones fijas, inmovilidad objetiva,
no ya dilemas,
sino un calmo estar
en el que te permitas verte
cazando pájaros con redes,
liebres con gestos,
irreflexivamente.