1
Consagro a su memoria este Retablo:
Un lucero nos guía hasta el establo
Donde su numen Niño Dios de cera
Junto al asno y al buey del Nacimiento,
Que humildad y potencia diéranle con su aliento,
De Reyes y pastores los tributos espera.
*
Pues las dádivas de monarcas y zagales
Que timbraron sus versos, adornaron su cuna:
Joyas y flores, oro y marfil, mirra y panales
Hechos de sol y magas perlas hechas de luna.
2
Leyenda del Retablo: «No se ha visto
Poeta de tan firme cristiandad.
Murió a los treinta y tres años de Cristo
Y en poético olor de santidad.
*
»Fue en la vida el agreste actor de pastorela
Que canta villancicos, todo música y miel,
Y al fin, cambiado en ángel, sobre el torvo Luzbel,
Con un verso de oro entre los labios… ¡vuela!
*
»La belleza le dio un ala; la otra el Bien.
¡Viva así por los siglos de los siglos! Amén».
3
ESCOLIO
Hermano cuyos éxtasis venero
Cobijados bajo tu gran sombrero
Negro y tímidamente mosquetero.
*
El olor de azahar y los cocuyos
Dentro de las magnolias fueron tuyos.
*
Y tus metales que juzgaron vanos,
Como engendros de luna, los insanos,
Cuajaron oro virgen en mis manos.
*
Y tu poesía que dijeron rara,
Rezumando emoción es agua clara
En botellones de Guadalajara.
*
(Pues con sudor de su barro mortal
Cuaja el Poeta prismas de cristal
Para que el vulgo vea al triste mundo
Frisado, misterioso y profundo).
*
Fue tu barro también un incensario
Ante Xochiquetzal; mas tu fervor
Católico, ciñó el escapulario
Y a la par desgranabas un rosario
Perfumado con ámbares de amor…
*
Tus júbilos ingenuos sobre la pena están
Cual sobre negro lucen, ardientes y sencillas,
Azules amapolas y rojas «maravillas»
Las jícaras que bruñe Michoacán.
*
Así en la laca nítida y brillante
De tus cóncavos versos turbadores
Bebiendo el agua zarca, entre las flores,
¡Mira su propio rostro el caminante!
4
Poeta municipal y rusticano,
Tu Poesía fue la Aparición
Milagrosa en el árido peñón,
Entre nimbos de rosas y de estrellas,
Y hoy nuestras almas van tras de tus huellas
A la Provincia en peregrinación…
5
¡Gracias!… Porque alargaste hasta la cuna
Rústica y pobre tu rayo de luna…
Y le pusiste letra al pertinaz
Cántico de la fuente abandonada
Que sintió los enigmas de tu faz
En su propio misterio reflejada.
*
(La fuente: compotera de azulejos
Del silencioso patio de las monjas,
Que los limones guarda y las toronjas
En dorada conserva de reflejos…
*
Y donde aún, tal vez, alma beata
Pero siempre golosa, en la oportuna
Medianoche, hurga mieles con la plata
Cómplice de los rayos de la luna).
*
Porque brillo de séricos mantones
De Manila, tendiste en los balcones
De la natal casona, pobre y fea,
Al paso de las lentas procesiones.
*
Y en la plaza polvosa de la aldea
Despertaste un nidal de ruiseñores,
Entre ígneas corolas de oro y plata,
Dejando oír tu honda serenata
Y encendiendo tus luces de colores.
*
Pues florece en jardines de esperanza
De la patria la gran noche sombría,
Cuando en ardiente cornucopia lanza
Tu cohete su luz de pedrería…
*
Y el clamor de la gente pueblerina
Que anhelados prodigios adivina,
Oros llueve, como si desde el cielo
¡Por darnos luz, el padre Ilhuicamina
Arrojara los astros a su duelo!
*
Por los poemas que con miel de flores
Amasó tu alma monja en penitencia
Y como los monjiles alfajores
Huelen a mirra y saben a indulgencia.
*
Por tus poemas tan sabrosos como
Las mulitas del Corpus, que en el lomo
Llevaron hasta nuestra niñez, en sus huacales,
Fragantes y jugosas las primicias frutales.
*
Porque entre albas cortinas y entre flores
De tu jardín y germinada chía,
Y naranjas con oros voladores,
Encuadras tu sentida poesía
En un altar de Viernes de Dolores.
*
Porque en tus versos armonizas y unes
Con el afán de indígenas telares
Copal de misas, ocios de San Lunes
Y aromas de verbenas populares.
*
Porque colgaste de tus rimas rudas
Y con pólvora sabia, hasta la escoria,
Quemaste a la Retórica, ese Judas,
En jubiloso Sábado de Gloria…
*
¡Porque vestiste tu ímpetu, de charro,
Y de china poblana tu alegría,
Y a nuestra sed, en tu brillante jarro
De florecido y oloroso barro,
Brindabas inebriante poesía!…
6
JACULATORIA
Un gran cirio en la sombra llora y arde
Por él… y entre murmullos feligreses
De suspiros, de llantos y de preces,
Dice una voz al ánimo cobarde:
«¡Qué triste será la tarde
Cuando a México regreses
Sin ver a López Velarde!»…