A Héctor Villaverde, amigo
Mañana estaré cargando nuevos crepúsculos al declinar el día
bajo otros cielos,
en mis maletas viajarán evocaciones y camisas que por años
fueron mis banderas,
no descolgaré cuadros ni fotografías de las paredes del
apartamento
-fieles retazos de compañía
sustentados en el recuerdo para el olvido-.
En la ciudad
nadie sabrá que volví a mi país
allá donde los pájaros retienen la luz en sus dorados plumajes,
donde las montañas aquietan sus almas en la escondida
música de la noche,
y donde los caminos huelen a mangos y a naranjas aún
en estaciones incómodas.
Procuraré marcharme temprano,.
intentando no caer en agobiantes despedidas de parques
y amigos.
Con los primeros gallos
ya estaré echando llave a las puertas del exilio.
Recogeré mi corazón de las últimas andanzas sobre
calles y firmamentos,
de los desprendidos cuerpos de mujeres que amé con locura
y echaré una última mirada a las sustancias urbanas
donde se desparramó inquieta mi ternura.
Me marcharé con la tristeza salpicada de instantes
desgarradores,
con las pistas, alegres
de un sol que se desplaza por aeropuertos y praderas,
entre el bullicio disperso de la muchedumbre
ajena a mi retorno.