Romper quiero tu bulto
para que al menos vengas
enojada, y la injuria
me haga escuchar tu voz
antes de aniquilarme.
Hecho añicos, deshecho
su volumen, que mide
en mí toda la distancia
y todo tiempo, en piedras
que insinúan el giro
delicado de un pie,
de un lóbulo la flor
turbadora, de un seno
la frutilla salvaje,
clamará por ti, odiosa.
Y tú vendrás, si vienes,
no con ramas de olivo,
sí con ojos, que dicen
verdes, en que quizás,
antes de que me ciegues
y enmudezcas, yo mire
la ardiente luz oscura
que me sigues negando
cuando pongo una flor
entre esos pechos duros.