Una tierra devota, madre,
un vientre para la miel de lo perdido,
tierra de todos
en el insbrik, cobre esbelto donde la espuma
multiplicaba tu rostro.
Busco la duración y no aparece.
Veo desplegarse la oscuridad
labrada
desde un brillo solitario.
Surgen en mi incertidumbre
muertas, un puñado de hojas grises.
Las formas ceden a lo inmóvil:
humo obstinado en engarzar
las perlas.
Sangra en el vidrio, astillada,
la claridad.
*
Por una brizna
aposté mi palabra.
Lanza fue
la imagen de su luz.
*
Ráfagas,
hojas
y el blanco templo
de muros que se esfuman.
La memoria de los sueños
son rosas que te salvan,
noticias que traen los pájaros cuando es preciso
despertar sobre la rota espuma,
mirándonos, como en una alegoría.
*
Se incendia la ciudad
día y noche,
es el sueño del creador.
Nacemos por otros ojos
en la cólera del invierno.
Se abren en el pecho
las vencidas crujías.
*
En medio de la tormenta
latidos
y esa nostalgia que al cauce de las aguas avanza.
De Akkad a Sumeria espíritus
de su esfera desprendida
llevan su sangre al río.
Entre el rumor de las sombras
miran
al ave de la lluvia
caer
sobre la lápida.
*
La melancolía es destino
diciéndonos lo que no somos:
un huerto tejido de sombras,
la cicatriz de la tarde,
el rostro que lucha por saber quién fue.
En el portal
los pájaros recuerdan
el viaje
-y sin embargo-
temo perder lo que de ti queda cuando te vas.
*
Borrar quiso los límites, el puente.
Luna de sangre
que el corazón escucha.
Bajo el agua
hundiéndose el linaje de su luz.
*
De melancolía
e invierno
redes vacías,
oscuridad que somos.
El viento deja de soplar
en esta noche de puerto.
*
La nieve o el halcón
entregan su silencio
a la rama desnuda.
*
Sobre el agua
destellos de flor,
y no estabas.
Nada es para sí.
Tus manos
en el marfil de Har
saben a estío.
*
Eras trigo al aire sosegado,
linterna que alumbraba mi cuerpo,
huella caudal de mis sentidos.
Tu palabra ave para mi sendero.
Mas ahora te desvaneces
y mi corazón sufre.
*
He de llorar
a mitad del río,
a mitad del puente
el fuego del amor.
Es la pregunta de la carne,
alas y caricias
de lumbre hasta los huesos, he
de llorar.
*
Nunca dicha es la llaga.