Estoy solo en el último tramo de la ausencia
y el dolor hace horizonte en mi demencia.
Allá lejos,
el panorama maldito.
¡Yo abandoné la Confederación sonora de su carne!
Sore todo su voz,
hecha pedazos
entre los tubos de la música!
En el jardín interdicto
-azoro unánime-
el auditorio congelado de la luna.
Su recuerdo es sólo una resonancia
entre la arquitectura del insomnio.
¡Dios mío,
tengo las manos llenas de sangre!
Y los aviones,
pájaros de estos climas estéticos,
no escribirán su nombre
en el agua del cielo.