¿Qué será del amor, cuando estas manos
que acariciaron, vivas, la belleza,
no sean más que hierba en la maleza
de la muerte y la nada?… Gestos vanos
con que mi muerte avise a los humanos
que la vida termina cuando empieza…
Oh aquella breve y cálida pereza
con que toqué sus frutos más lozanos.
Esas caricias son pecado grave.
Pero hombre impertinente soy, lo sabe
el corazón, notario de mis besos.
La carne en flor aún, y en esperanza…
Y la tormenta de la muerte avanza
a punto ya de deshojar mis huesos.