Señor,
las horas desnudas,
como limones al trasluz,
se exprimen en mi muñeca
de una manera desesperadamente cobarde:
estoy, para variar y por no quedarme en casa,
con alguien que me aburre los besos.
Señor,
las horas desnudas,
como limones al trasluz,
se exprimen en mi muñeca
de una manera desesperadamente cobarde:
estoy, para variar y por no quedarme en casa,
con alguien que me aburre los besos.