La nada: ese inmenso cajón, alacena o lago del que Dios ha exiliado a todas las cosas; bosque en el que se escucha el balido de todos los pájaros habidos y por no haber.
Desgraciado de aquel que no tiene su nada, habrá de conformarse con lo que le den los demás, sacando de sus bolsillos o de sus terribles armarios; vivirá como nuncio, como vicario, como ministro, pero jamás con soberanía, porque no tendrá nada.
La mía es el recuerdo, las escamas de los pescados que platean en los mares de medianoche y del mediodía en que el sol nada-; la nada por crear.
O bien el largo olor a vida de la nada.