Amo las gaviotas que se alejan
con una rosa inmóvil en su espacio.
Más allá de todo dios
ansío esta quietud
de líneas paralelas.
Adivino otro mar,
otra arena de azogues
en el hueco del alma.
Como la rosa
que se vierte a sí misma,
siempre así.
Siempre así,
sobre la línea ciega
que se eleva hasta el sol.
Así,
bebiendo en cada agua,
temblando en cada labio.