Odio es el sitio, la tierra prometida.
Nuestras armas: los dientes, afilados con pedernal.
La mirada: cuchillos, dispuestos a dar el salto al más leve reflejo de
la sombra.
Las manos: animadas por su ejército darán la vida en caso necesario.
El hígado: presto a fundirse, como un pan, en el horno enemigo.
La bilis: ácido y sal, lenta furia animal, canción de los enfermos.
No olvidar las palabras: necesarias como el no, sobre todo las
graves.
Alguien tiene que cultivarlo, envenenar el agua y hacer la guerra a
los demás;
burlarse del amor, dormir en la azotea soñando nuevas formas
de vengarse de los que nos ofenden.
Odio es el sitio: bienvenidos.