En Gabés cercano al páramo Hamed marcha en una caravana de dromedarios a Douz. La grava se altera en trizas estériles en la aquiescencia del desierto Desovan las lagartijas trashumantes entre los pedruscos yermos de Kebili Se ruinan los ídolos y los peregrinos en los cenobios del rastro agonizan las zarzas y las musarañas de los cenegales Me enternece la claridad de la mezquta en la kashah camino de las ciénagas de Marrkía. Las mujeres lavan sus ropas en un torrente arcilloso. El color térreo es el que prevalece en el relieve y en la sangre.Tu vientre oculto y encomiado se pronuncia en el de un niño que nace con nombre de casta ante la vista y la cartografía. Me embaraza la impertinencia de las viejas que penetran con sus ojos el barro y las paredes estropeadas. Iremos después a Shatt al Gharsah y de allí quizás no habrá retorno porque la noche es larga Diviso una zancuda entre la chabasca menuda del palmeral. Unos buitres se salpican de desvarío en una charca desaguada. Más allá unos grajos emprenden el vuelo hacia otros escondrijos de la llanura. Nos confundimos de ruta al trasluz de un sol tardío y escuchamos el lenguaje venerable de un zufí. Es un patriarca en una comarca con santos que caminan. Un hombre íntegro nunca maldice a los diversos. Mi prontitud es buscar un corredor inescrutable en el Sahara como Aníbal cruzando Jabal ash Shanabi por sus malditos collados. El guerrero se aleja taciturno de Cártago maduro y derrotado. Los Almohades tampoco están más en este territorio. Escucho de pronto a los bereberes corear cánticos siguiendo el compás cadencioso de sus alfanjes. Las ayer desposadas beben té de hojas las veinticuatro horas del día antes de yacer y ser fecundadas. Tú también bebes té el día entero. Los rumiantes gimen nos acercamos al Medjerda con sus aguas calizas y frías Un cuadrilla seguirá los meandros y las dunas a Tatatuine para despertar la noche. El viaje termina al alba en un versículo piadoso del Corán