1
Sosiego: luce el élitro
bajo la piel de la manzana.
Es pulpa la tristeza, miel el dolor perdido:
tener ahora delante la fuente de aquel bosque
donde se baña la princesa y
no echar de menos su blancura, el rezo
de los enhiestos abedules
ni el cascarón de vieja que cuida de los gansos.
Luce sin resplandor justa tristeza,
larguísima tristeza que a la lejana estrella
nos une desde esta estancia en la que, sórdido,
disfrazado de espacios, el tiempo nos engaña.
2
Algo trazó unas letras: el ruido fue, ayudando
a un corazón turbado que se prolonga en dedos
sobre una caja yerta que contiene dibujos:
( )
una reyerta entre raíces, desfIladeros tensos,
vestiduras convulsas, damas en sepia, tenebrosos
monjes, monstruosidades en madera.
No hay silencio; rememorarlo se hace
imposible: se escuchan fugas, cursos,
desbocadas señales: no, el cristal
no descansa. Y la melancolía
ahoga a través del aire que se bebe el herbario,
dueña se hace en el ámbito donde todo es ajeno
3
Algunas desoladas veces
luce, débil: y lo que la sustenta
-filo de vuelo, piedra mojada en sol,
brote de primavera- vale
para representarla, de vacíos
que están los corazones desamueblados de ella.
Si no viniera a trozos
o a relámpagos, ¡Cómo
ibamos a cansarnos de repartirla! ¡Cómo
bajo su lluvia íbamos a dejar la guarida!