Venid y conversemos,
quien habla no está muerto,
mas se agitan ya llamas
junto a nuestra penuria.
Venid, «azul» digamos;
venid, digamos «rojo»,
oímos, escuchamos, miramos,
quien habla no está muerto.
Tú solo en tu desierto,
en el espanto de tu Gobi –
te vuelves solitario, sin un busto,
sin nadie a quien hablar y sin mujeres,
y cerca del rompiente
tú conoces la barca,
débil y vacilante; –
venid, moved los labios,
quien habla no está muerto.
Versión de Eustaquio Barjau