Veo a diario tu casa que, encendida
con ese sol, ya casi en primavera,
es la rosa del día más primera
por donde tú apareces a la vida.
Así mi corazón, casa dormida,
tiembla bajo tu sol, y no quisiera
más ventanas de amor, ni más espera
que la de hallarse en tu estación florida.
Veo a tu casa en la alta noche ahora,
la nieve de la luna con las hiedras
de la sombra escalando el muro frío,
como mi corazón, también, que añora
tantos días sin sol sobre sus piedras,
tantas noches sin ti en el pecho mío.