Viene tu brisa cubriendo el clima entero,
tus labios de fruta encienden
la boca del invierno.
Se abren floraciones en la piel,
pistilos erizados-
Vuelta inesperada a tus manos
que rozan ya el vestido,
que se acercan al seno.
Trastornas lo que tocas,
vas vistiéndolo todo de verdura,
vas dejando en manchas coloridas
flores tantas
que apenas se adivinan.
Y quién podría
-aun sabiendo tu poder de muerte-,
quién podría fulminar
al deseo escondido
en cada hoja,
en cada colibrí?
Entra la estación florida –
con tu cumbia y tus cantos, –
tus tarareos ebrios
como el que espera
a quien ha de matarle
y acecha en cada esquina
de lo oscuro
con tus ojos de tigre,
el salto alerta
como quien teme
en cada doblez
la noche agazapada
con tus corrientes lúbricas,
tus colores eléctricos,
como quien busca
algún auspicio
picadura de abeja,
zumbido azul
en la entraña de un pájaro,
un colmillo que muerde,
¿por dónde llegará?
un veneno que cesa
sólo cuando ha invadido todo.