Vincent Van Gogh
bendice tu locura.
Derramaba pintura
y pasión con furor.
Tú dabas alaridos
azules y naranjas.
Emborrachaste
el aire provinciano.
Inyectaste en el trigo
movimientos
de color amarillo.
Llegaste a darle
a Dios
el cielo tuyo
agitado y oscuro,
y te quedaste
sentado en el taburete
del rincón
de tu cuarto,
iluminado.