La sed hospitalaria
Quién la oyó nunca quejarse?
Nadie más que ella hubiera podido beber las cuarenta fatigas
sin morir,
Esperar, muy adelantada, a quienes venían después;
Desde el alba hasta el crepúsculo era su esfuerzo viril.
Quien ha excavado el pozo y sube el agua yacente
arriesga el corazón en la separación de sus manos.
Versión de Jorge Riechmann