A la arbitrariedad de la memoria
cedo el discurso apenas iniciado
para que al despeñarse sin cuidado
se adjudique al azar mi trayectoria.
Hay que tergiversar, por ilusoria,
la verdad, ese gusto exacerbado
por los malentendidos que he burlado
desfaciéndole entuertos a mi historia.
Yo nací al alborear el Siglo de Oro,
soy autor de La isla del tesoro
y Madame Bovary tiene razón
cuando afirma que nunca me hizo caso.
La recuerdo, desnuda ante el ocaso,
saludando las naves de Colón.