Tanto a tus ojos claros desafía
el tirano dolor que el alma siente,
que a los diluvios de cristal corriente
todas sus luces tu beldad les fía.
Vivo el cuidado, mustia la alegría,
dio sepulcro a tu sol tu mismo oriente;
y, a pesar del ahogo, se consiente
más triste si no menos bello el día.
Fue de tus luces providencia rara
el que a un afán el llanto las rindiera,
y en derretido aljófar anegara;
y a los activos rayos de tu esfera
fue preciso que el agua los templara,
porque el mundo a su ardor no se encendiera.