Pienso a veces con algo de tristeza
que pudiste elegir para tu viaje
—claro de luna y temblador follaje—
la cuna de marfil de la riqueza.
Perdona mi poética pobreza
y el combativo hogar al que te traje,
mas tu hermano mayor será tu paje
y yo el primer cantor de tu belleza.
Y en tanto llega el día venturoso
en que venga a buscarte un rey glorioso,
pues para ti ha de haberlos todavía,
en mi pecho reposa tu hermosura.
Me lo han llenado, hija, de dulzura,
ocho lustros cabales de poesía.