«Ya perdieron su arrullo los ocasos
y los abismos florecieron huesos».
Matilde Espinosa
A qué llevar hacia el azul los pasos;
a qué nombrar las cosas dulcemente,
si para la penumbra confidente
«ya perdieron su arrullo los ocasos».
A qué entreabrir los sitibundos besos;
a qué dejar la rosa en la ventana…
Bajó desde los cielos lumbre vana
«y los abismos florecieron huesos».
A qué mecer la tarde entre los brazos,
ni sentarse a la orilla de la fuente,
si en el sordo rugido del torrente
«ya perdieron su arrullo los ocasos».
Inútiles ya todos los regresos,
divaguen en la sombra nuestros pasos
«ya perdieron su arrullo los ocasos
y los abismos florecieron huesos».